Hace
algunos meses, cuando Octavio Zambrano estaba al frente de El Nacional,
pensábamos que el equipo era mediocre, que había malos resultados. Era la época
oscura. Llegó Insúa y fue como un día nuevo y brillante. Hasta llegamos a ser
punteros, con una racha importante.
Luego
vinieron las derrotas. Deportivo Quito, Universidad Católica, Independiente,
Liga de Loja y ahora Liga de Quito. Tantos resultados adversos hacen reaparecer
las nubes grises sobre el cuadro criollo. Volvimos a la edad oscura.
¿Cómo se
define una derrota de 5 a 1? ¿Paliza? ¿Goleada? Puede ser… Pero perder por
errores defensivos “groseros”, como los describió Insúa, no solo que duele sino
que dan coraje. Se regalaron 3 goles a Liga de Quito. Fuimos un pálido reflejo
de ese conjunto que llegó a ser puntero y que hizo soñar a la hinchada en ser
campeones. Con tristeza se puede afirmar que fue solo eso, un sueño.
Sin
embargo, observando con atención, se puede dar cuenta que durante el tiempo de
la ilusión el cuadro criollo ya había mostrado lo que era. Una defensa que no
puede, o no sabe, jugar de a tres. Falencias en los volantes laterales. Un
delantero que como llanero solitario está arriba peleando contra el mundo.
Ya hemos
visto la misma historia, repetida tantas veces, que de seguro un hincha que lee
esta nota sentirá que la ha leído ya otras veces.
Y se vuelve
a analizar el “amor a la camiseta”, “la entrega”, “la garra”, como si eso fuera
lo que en realidad gana partidos. No. Se ganan partidos jugando bien,
acomodando a los jugadores en las posiciones correctas, con una buena táctica,
con una enorme dosis de disciplina y esfuerzo físico. El Nacional muestra,
mostró, mostrará tal vez, mucho correr, pero pocas ideas, pocas llegadas en
ataque.
Cada
partido es la misma historia, son los mismos errores, las mismas jugadas. Es
contemplar los goles rivales logrados de la misma manera: pelotazos detrás de
los defensas. Es ver a Pablo Palacios tratando de correr por la banda sin
éxito. NI atacando ni defendiendo. Preciado con ganas pero sin compañía. Las
fallas habituales defensivas, si no es Caicedo, es Morante, o Luna, u Ordoñez,
pero todos han caído en lo mismo.
No se les
puede culpar del todo. Ninguno de los defensas que tenemos tiene la rapidez
necesaria para poder formar una línea de tres inexpugnable. Baguí, en quien se
ha insistido como variante por la derecha, desaparecido. Y así por el estilo
tenemos otros nombres, tantos y tan repetidos que es cansado hacerlo cada
domingo.
En general
es terrible describir la derrota frente a Liga de Quito. Es desagradable tener
que justificar o analizar cómo jugadores profesionales cometen errores que se
ven en un barrial. El Nacional deja un espacio enorme para jugar al rival, sea
el que sea, y pone a los delanteros contrarios, en pocos toques, frente al arco
de Bone.
Esa es la
realidad. Y es algo que los criollos muestran desde la época oscura de
Zambrano. Pareciera que si no se juega con línea de 3 el equipo no funciona. Y
Álvarez, a su tiempo, ahora Preciado, como únicos delanteros, no alcanzan para
anotar goles. De hecho, han sido los defensas quienes han sacado la cara en ese
rubro.
La edad
oscura, esa de luchar por el no descenso, parece que volvió.