Nadie puede
predecir el futuro. Pero perder 3 a 1 frente al último de la tabla, de local,
pone a pensar que ya no hay mucho más que hacer, o decir. Caer de forma tan
clara frente a Liga de Loja (de nuevo, el último de la tabla) es para echarse a
llorar y pedir a la Virgen del Quinche que nos diga cuántas peregrinaciones
debemos hacer para lograr que este equipo funcione.
Lo de hoy
fue un festival de errores, de desgano, de falta de ideas, de todo. Toda la
campaña que había mostrado hasta ahora el equipo se había basado en mucho
orden, mucho manejo de bola, toque, juego por las bandas y de vez en vez un
gol. Claro, los goles escasos y los errores defensivos eran la nota típica,
pero al menos no había tanta vergüenza. Hasta hoy.
Insúa en la
rueda de prensa entró golpeando la mesa, con cara de querer mentar a la madre
al primer cristiano que encuentre en su camino. Y durante el partido, poco
faltaba, diría yo, para que entre él mismo a la cancha y de unas buenas
zurradas a los jugadores. No era para menos.
“El fútbol
consiste en pasar la pelota a los que tienen la misma camiseta y correr mucho”,
definió con una parquedad aplastante el técnico argentino. Si leemos entre
líneas, entendemos que El Nacional hizo cualquier cosa menos eso. Veamos línea
a línea. Luna y Caicedo estuvieron más nerviosos que en medio de un tiroteo en
un ascensor. Ordoñez no lo hizo mal, pero tampoco fue la lumbrera.
De
mediacancha hacia arriba, Méndez apagado para la marca, con mucha marca encima
como para tratar de hilvanar algo parecido como mínimo a un ataque claro. Lara
fue el gol, ganas, pero solo. Casi tan solo como Edison Preciado arriba. Eran
dos llaneros solitarios, porque cada uno quiso jugar por su lado, con poco
éxito.
Muñoz como
político tendría un éxito seguro: promete mucho más que lo que cumple. Par de
desbordes sin mucha incidencia y ya. Chalá apagado, como casi todo el equipo.
Sin proyección en las bandas, El Nacional pierde casi el 80% de su generación
de ataque.
Mosquera
otro llanero solitario en la contención. Fracasó al igual que sus compañeros. Y
para completar esta pintura de cuadritos retorcidos, hasta Bone falló en el
segundo tanto. La cereza fue la expulsión de Luna, tras una patada al estilo
que nos tiene acostumbrados Morante. Ah, me olvidaba de Villalva, pero aún me
queda la duda si jugó hoy o no. Porque el hombre anduvo seguramente más cerca
de encontrar a los Restrepo que el mismo gobierno, de lo perdido que andaba.
Vamos, el
panorama que nos dejó el partido de hoy da para ser pesimista. Nuestro
siguiente partido es contra Liga de Quito, un cuco duro, y de visitantes. Para
colmo de nuestros males luego es contra Emelec, también de visita. Y luego de
nuevo contra Liga en el Atahualpa. Da para preocuparse. Da para pensar ¿qué le
pasa a nuestros jugadores?
Son unos
leones en un partido y al siguiente son gatitos.
La idea que
se ha venido planteando desde hace varias fechas. Insúa necesita cambiar el
módulo táctico. Atacar solo con Preciado es estrellarse partido tras partido.
No que Edison sea un mal jugador, al contrario. Pero él solo no puede ganar
todas las pelotas contra dos y tres defensas.
Nuestros
volantes laterales no convencen en el ida y vuelta. Sobre todo si tomamos en
cuenta que el segundo tiempo es de Palacios y aunque le reconozco ganas,
esfuerzo, no es un corredor de la lateral como sí lo es Baguí, relegado por
Insúa a menos del ostracismo. Y la idea de dos jugadores que lleguen de atrás
para acompañar a nuestro único delantero no funciona.
Hay que
rescatar que Insúa es un técnico trabajador, que ha mejorado mucho a nuestro
equipo. Trabaja mucho. Pero no es él quien salta a la cancha. Y por algún
motivo que no termino de entender los muchachos en los partidos terminan por
perderse en sí mismos.
¿Se terminó
la ilusión de ser campeones?
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